De los cartones a los billetes: la vida de un pibito callejero

Era una tarde de lluvia. Tomy estaba un poco cansado. Hacía ocho horas que andaba tirando el carro y le quedaban aun un par de cuadras más. El solo quería llegar a su casa y poder descansar. Tomy era un guacho de tan solo 14 años que vivía solo. La remaba todos los días y era bastante solitario. No tenía muchos amigos y siempre hacía la misma rutina. Hacía ya dos años que había dejado el hogar El Angel Azul en el que vivió desde los siete años cuando sus padres lo abandonaron. Le gustaba su trabajo y por aquel entonces su sueño era tener una chatarrería propia.

Un viernes a la mañana salió a tirar el carro por la General Paz en dirección a Capital. Fue a “volquetear” como se dice y, afortunadamente, tuvo un buen día. Pero a la vuelta  se hizo tarde y decidió tomarse el tren que lo llevaba hasta San Martín. Mientras volvía a su casa, se sentó a dialogar con otro pibe.

-¿Qué onda enano? ¿Venís cargado? Pregunta el joven

– Si, sabes que sí y vos… ¿Cómo te llamas? Pregunta Tomy.

– Uriel me llamo ¿Vos?

– Yo me llamo Tomi chorrito ¿Qué cirujeaste?

– Yo nada amigo. Re pálido el día de hoy.

– Naaa el mio estuvo cheto! Responde Tomy  y ¿De donde sos Uriel?

– De Liberta ¿Y vos?

– De Carcova, San Martin.

– Ah enano somos de aca nomás y ¿Cuántos años tenes Tomi?

– Catorce ¿Vos?

– Yo tengo 16 ¿Qué onda venis seguido?

– Si, a mi me re gusta volquetear Uriel. Siempre te encontras un par de cosas ¿vos venís seguido?

– No cuando pinta. Esta todo re pálido por estos pagos ¿Mañana venís? estaría bueno ir  juntos hasta la capi. Afirma Uriel.

– Bueno dale ¿a qué hora?

– Nose…tipo a las 12.

– Dale, nos encontramos a esa hora en la estación.

Al otro día, Tomy se levantó muy contento esperando que fuera un gran día. Salió de la cama, desayunó, llegó la hora del almuerzo y se hizo la hora de salir para la estación. Cuando llegó, Uriel lo estaba esperando.

  • Esa enano. Viniste. Pensé que no venias. Ya se fueron como dos trenes. Afirmó Uriel.
  • Acá estoy amigo ¿Dónde queres ir?
  • Y no se… ¿Te parece a Belgrano?
  • Y mientras que haya cosas si compa.

Pasaron la tarde juntos y se volvieron para los pagos. Venian cargaditos con un par de cositas que levantaron en Belgrano.

  • Tenes suerte vos. Exclama Uriel
  • Pero yo no fui por esto. Afirma Tomy señalando el carro.
  • Vamos a tener que festejar esto ¿Qué vas a hacer a la noche? Si querés podemos ir por mis pagos a tomar una coca.
  • Bueno dale. Un éxito!
  • ¿Pero vos no tenes bronca con nadie en mi villa Tomy?
  • No amigo, yo soy un guacho piola. No tengo bronca con nadie.
  • Bueno te espero a las nueve.

Esa noche Uriel y Tomy tomaron un par de cocas de vidrio hasta que se hicieron las once de la noche.

  • ¿Qué onda Tomi, son las once, queres ir para mi ranchada?
  • Y bueno vamos un rato ¿Qué onda son guachos grandes con los que vos paras?
  • Y ahí más o menos. Tendran un par de años más que yo.

Caminaron juntos hasta la plaza de los trabajadores. Ahí se encontraron con todos los guachos. Se saludaron y Uriel presentó al guachin.

  • ¿Qué onda Uriel? ¿este quien es?
  • Este es un guachin que rescate ahí. Una re plaguita.
  • ¿En que andas enano vos? ¿andas choreando?
  • Naaa, yo soy cartornero amigo. Yo no robo.
  • ¿Y qué haces acá con los guachos que andamos robando?
  • Y nada…yo vine con el Uri.
  • Traes a cada uno vos Uri.
  • Pero bue es un guachin. Tampoco se van a comer el abuso.
  • ¿De dónde sos enano?
  • De Carcova.
  • ¿Y que onda por aquellos pagos? ¿No tenes ranchada allá?
  • No, yo ando solo. Ni cabida con nadie. Mejor solo que mal acompañado.
  • ¿Qué onda que decis así? De ultima anda a ranchar para otro lado sino te cabe esta.
  • Che Tomy mirá, ahí viene el juanchi.
  • ¿Qué onda juanchi? Dicen los pibes
  • Aca andamos, vengo de lo de mi señora ¿Quién es este guacho que trajeron?
  • Naaaa un gil que trajo el Uri.
  • Guacho todo bien, pero si vos vas ranchar con los guachos, vas a tener que curtir el mambo que curtimos los guachos ¿entendes?
  • ¿Pero qué mambo? Yo no quiero quilombo con nadie
  • Mira guacho, aca nadie anda con quilombo, acá los guachos andamos robando.
  • Pero yo no robo.
  • Entonces ¿qué haces acá? Tomate el palo si no curtis con nosotros.
  • ¿Qué me van a echar por no ir a robar?
  • Che no lo verdugen al guacho eh! Vino conmigo. Gritó el Uriel.
  • Este Guachin no nos sirve para nada. Dice Juanchi.
  • Bueno y si no sirvo para nada me voy. Ni siquiera quería venir a ranchar con ustedes. A mi me trajo el Uriel.
  • Bueno si te trajo el Uriel, te tomás el palo con el Uriel. Gritó Juanchi.

Los dos juntos salieron caminando hacia la casa de Uriel. Cuando llegaron abrieron otra coca fria que tenía Uriel en la heladera del fondo de su casa. Pasó una hora y tenían ganas de ir a algún lado:

  • ¿Y ahora qué vamos a hacer? ¿Para donde vamos? Exclamó Tomi.
  • Tengo una idea… Vamos a la joda de la villa que esta lleno de guachas!
  • Y vamos rancho.

Uriel le prestó un par de pilchas al Tomi para ir a la joda. Se puso una chombita, una bermudita y se calzó una Visera Jordan. Cuando llegaron, se cruzaron con unos chicos más grandes que eran conocidos de Uriel.

  • Eh que haces Lauti! Dijo Uriel
  • Eh Uriel ¿Cómo andas guacho? Responde Lauti
  • Todo bien, aca andamos tranqui, viendo qué onda la joda.
  • Esta lindo viste, lleno de guachas. Hay un par de locas eh.
  • Sabes que sí eh.
  • ¿Anda solo Uriel?
  • No, estoy con un guachin que esta allá adelante bailando con una guacha.
  • Anda a rescatarlo y vamos al fondo a fumar uno.
  • Dale ahí voy.

Al rato Uriel y Tomi van al fondo donde estaba Lauti y sus amigos.

  • Eh guachin te cortamos el mambo con la guacha.
  • Ni cabida amigo, hay una banda de guachas.
  • ¿Cómo te llamas  guachin? Me caíste bien.
  • Tomi ¿vos?
  • Lautaro pero me dicen Lauti o Laucha. Che Uriel ¿qué onda que no vas más a lo de juanchi?
  • Ni cabida con esos, se quieren comer el abuso. Lo llevé al Tomi con ellos y lo estaban volviendo loco al Guachin.
  • Y ellos son así. Antichorros. Se ponen intenso con los guachines. Tienen que venir con nosotros que vos sabes que hay cabida.
  • Puede ser Lauti.
  • Si mañana vengan tipo tres o cuatro y vayan para mi ranchada. Vos sabes dónde es.
  • Bueno dale, gracias Lauti.

Al otro día los dos jóvenes se dirigieron a la ranchada de Lauti. Estos eran mayores que ellos. Tenían entre 19 y 21 años. Cuando llegaron se pusieron a conversar. Todo fluía bien hasta que llegó una invitación que Tomi no esperaba: los invitaron a dar unas vueltas en moto por el centro. Tomi estaba encantado. Nunca había subido a una Tornado y quería saber de qué se trataba la onda.

Arrancaron para el centro de San Martín. Era sábado por la noche. La gente estaba en remera porque ya se venía el verano. Los bares estaban llenos. Tomi iba feliz en la moto que conducía Lauti. De pronto, este acelera. Tomi olió que algo raro venía.

  • ¿Guachin te da para robar? Pregunta Lauti.
  • Ehhh..pero ¿qué hay que hacer? responde nerviosamente Tomi.
  • Ves aquel local de allá. Vas, apuntas al cajero, le pedís la plata y yo te espero afuera.
  • ¿vos decís?
  • Si es fácil guacho, rescatas la caja y te venís. Yo estoy acá con la moto prendida.
  • No me van a dejar morir solo eh! Exclama Tomi.
  • No guacho. Yo soy el Lauti, nunca dejo tirado a nadie compañero.
  • Pero no tengo fierro.
  • Hacele la charla amigo. Deciles que tenes algo escondido.
  • Bueno dale.

Tomi salio nervioso pero decidido. Se sentía cómodo con Lauti, como que le daba seguridad. Encaró a la cajera y le pidió el dinero bajo amenazas. Cuando recogió todo el dinero que quedaba en la caja se marchó rápido hacia la moto. Lauti arrancó y huyeron sin que nadie perciba nada extraño.

  • ¡Guacho le mandaste curso! Dijo Lauti
  • Y si amigo, mas vale, si estoy re pálido. Otra no quedaba. Además fue amigo, plata fácil.
  • Pensé que no te daba enano.
  • Qué no me va a dar. Te pensas que porque soy cartonero soy gil.
  • Ah enano estas re afilado eh jaj

Tomi y Lauti volvieron para la villa. Uriel los seguía en otra moto. Hicieron la repartija: 8 mil pesos para cada uno. Tomy estaba contento, era lo que ganaba en 3 días de trabajo con el carro y  acá lo había recaudado en 15 segundos.

  • Bueno muchachos yo me las rajo a mi casa. Dijo Tomy.
  • Chau Tomi, si queres mañana chiflame y nos vamos a comprar un par de pilchas.
  • Si dale amigo, yo quiero comprarme algo porque estoy re corto de ropa.
  • Dale amigo, mañana nos vemos, toma si queres llevate mi visera hasta que te compres una. Pero cuidala porque esta es especial.
  • Quedate tranqui Lauti, gracias yo te la cuido.

Tomi arrancó caminando con sus 8 mil pesos en el bolsillo. Estaba feliz, era mucho dinero y encima tenía puesta la visera de Lauti que le encantaba. De regreso a su hogar, mientras caminaba, tuvo que pasar por la esquina donde solía juntarse la banda del juanchi. Es que para volver si o si tenía que cruzar por ese pasillo. Antes no los conocía y no pasaba nada, pero ahora si porque había estado con Uriel.

  • Eh guachin! ¿Que haces devuelta por acá? ¿de donde venís?
  • De allá amigo, vengo de estar con Uriel y otro amigo más, en Carcova.
  • Che esa visera esta linda eh ¿es tuya?
  • No, de una amigo, el Lauti.
  • ¿Vos andas bardeando con el Lauti?
  • No pinto ahí tranqui.
  • ¿Sumaste algo?
  • Y unos pesos nomás, pero ahí nomás.
  • A ver mostrálos. Exclamó Juanchi.

Cuanto Tomi sacó el dinero y Juanchi enseguida se los quitó.

  • ¿Qué onda juanchi? ¿Qué me sacas la guita loco?
  • Cerrá el orto y decile al Lauti que si quiere que la guita la venga a buscar él. Ah y dame la visera también.
  • Eh loco la visera no.
  • Si damela porque te hacemos cagar guachin.
  • Son re atrevidos ustedes.
  • Guacho tomátela porque te damos un fierraso en la cabeza.
  • Me voy porque estoy solo, pero ustedes estan re atrevidos.

Al otro día Tomi se dirigió a la casa de Lauti y le contó lo sucedido. Este le preguntó que había pasado con la visera y Tomy no tuvo más respuestas que contar la verdad.

  • Me la robaron los giles del pasillo anoche Lauti. Me sacaron la plata y la visera. Me dijeron que si queres recuperarla que vayas vos. Estaba solo y ellos eran muchos, por eso no me pude plantar.
  • Uh a esos giles se la voy a dar.  ¿Qué se meten con vos loco? Ahora cuando venga el Uriel vamos a buscarlos.

Al rato, Uriel llegó. Inmediatamente se subieron al auto de Lauti y fueron para el pasillo. Llegaron, estacionaron en la esquina. Lauti les pidió que se quedaran en el auto y el salió para donde estaba la banda del Juanchi.

-Eh Juanchi! qué se meten con el guachin, si sabes que el bondi acá es mio y tuyo. Si te haces el piola con los guachines la estas errando. Vos sabes lo que tenes qué hacer. Más vale que me devuelvas la visera y le des la plata al guachin que es de él. Es un pibe que anda solo y la necesita.

–   y bueno amigo son broncas de la calle. Si el guachin para con vos, vos sabes que está todo mal. Toma igual, acá tenes tu visera.

– Si, pero falta la guita.  A las ocho la vengo a buscar. Sino está la plata, te vas querer matar.

                        –  Voy a ver si la puedo rescatar, no la tengo ahora. Exclamó Juanchi.

– La vas a tener que rescatar si o si amigo, sino sabes que pudre todo. Expresó Lauti y se retiró.

                        Lauti volvió al auto. Les contó a Tomy y Uriel lo sucedido y le dijo al primero que no pasé más por ahí. Al menos, por un tiempo hasta que se calmen las cosas.

                        Se hicieron las 20 hs. Lauti se dirigió al pasillo en búsqueda del dinero, pero al llegar notó que no había nadie. La banda de Juanchi se había ausentado. Enojado, volvió a su casa donde estaba su ranchada. Al ingresar, le contó a sus compañeros lo que había sucedido  hasta que de pronto empezó a escuchar un par de disparos que se dirigían para su casa. Segundos más tarde una ventana estalló de un disparo.

– “¡Tirense al piso muchachos! esta es la banda del Juanchi, yo sabía que iban a venir estos giles”.  Expresó Lauti.

                        Al rato los tiros cesaron. “Ya van a ver estos giles, agarren los fierros muchachos, vamos para el pasillo. Tomi vos quedate acá cuidando la casa, vamos en dos motos. Uriel vos manejá la tornado y yo agarró la Titan. Botija agarra los chalecos y vos Ema rescatá la mini Uzi, le vamos a dar para que tengan y para que guarden a estos giles. Listo, nos fuimos” gritó Lauti a sus secuaces.

                        Eran las 3 de la mañana. En la calle no había nadie. La banda del Lauti  llegó al pasillo y arrancó a los rafagazos. Dispararon para la puerta de la casa de Juanchi con la metra, pero no lograron darle a nadie. Pero la banda del Juanchi sabia que estos iban a caer. Ya estaban pillos y los esperaron escondidos arriba del techo.

                        Uriel no se dio cuenta que estos estaban en el techo y corrió para la casa queriendo ingresar por la ventana. Pero cuando saltó, uno de los compañeros de Juanchi le dio un plomazo en la cabeza y cayó instantáneamente al piso. Un charco de sangre lo cubrió por completo.

-Eh Lauti, soy yo, Juanchi. Si no queres que te vuele como volé a tu compañerito, tomate el palo, guacho!.

– Ustedes se van a querer re matar Juanchi. Mataron a mi compañerito, no saben en la que se metieron.

Consternados, Lauti se volvió con sus compañeros a su casa donde se juntaron con todos los guachos, a quienes le contaron lo sucedido. Tomy estaba durmiendo y no escuchó nada, hasta que se levantó, salió de la casa de Lauti y había una banda de guachos afuera, lo que llamó su atención.

-¿Qué onda? ¿Qué paso acá?

Nadie le respondía.

– ¿Alguien lo vio al Uriel?

Silencio absoluto. Hasta que de pronto ve a Brisa, la novia de Uriel, llorando.

-¿Qué pasa Brisa? ¿Por qué lloras?

– ¡Lo mataron a Uriel Tomy!

– ¿Cómo? ¿vos me esta hablando en serio?

– Si, ayer a la noche. La banda del juanchi.

– Noooo!!!! (Tomi se desploma en el piso).

– No te preocupes Tomi, que es esta noche le damos plomo a esos giles. Gritó Lauti.

– Yo quiero ir con ustedes Lauti.

– ¿Estas seguro guachin?

– Si, sabes que si. Si los guachos mataron a mi compañero.

– ¡Pero mira que ahora no es mas un jueguito! ¡Estos guachos están zarpados y cuando te vean a vos te van a querer hacer lo mismo! Esta todo mal Tomi.

– Si, tengo que andar pillo y tener cuidado, pero voy a ir igual.

Eran las 6 de la tarde. Lauti ya estaba organizando el plan de venganza con sus compañeros. Pero en un momento, mientras dialogaba con ellos, se dio cuenta que les faltaban algunas motos para ir al ataque.

  • Botija no tenemos mechas (motos) para todos, vamos a tener que ir a rescatar alguna. Yo me encargo. Expresa Lauti.

Agarró su pistola, una Taurus cromada, y salió en búsqueda de una moto para la banda. De pronto, mientras venía en moto con el Botija en busqueda de su objetivo, una moto Rouser 200 se paró delante de ellos.  “Es esta” pensó. Agarró su fierro y le apuntó al sujeto:

                        -Dame la moto loco y no pasa nada.

                        – Ahí te la doy guacho, pero no me hagas nada. Gritó la víctima.

                        – No, pero apúrate porque te mato.

                        Lauti tomó la moto y escapó, pero nunca se dio cuenta que el damnificado era policía. Este llamó rápido a sus colegas quienes lograron armar un rápido cerrojo en avenida Del Corta. Allí lo aprehendieron. Botija logró escapar y corrió rápido para la casa de Lauti donde estaba el resto de los guachos. Pero Lauti no tendría la misma suerte.

   -Muchachos, muchachos. Se pudrió todo. Nos busca la gorra. Gritó Botija.

   – ¿Y el Lauti? ¿qué paso?

   – No se, robamos una moto y nos empezó a correr la gorra. Yo me vine para este lado y Lauti para el otro, y lo perdí.

   – Uh esperemos que no sea nada. Ojala que llegué pronto.

   – Si, ojala pero no sé compa.

                        Al rato no había noticias del Lauti hasta que cayó su tia a su casa.

  • Chicos Lautaro esta detenido en la 5ta de Billingurst, lo detuvieron hace unas horas por robo.
  • Uy la puta madre loco. Expresaron los chicos.
  • Uh ¿En serio?
  • Si, y díganle al Botija que lo anda buscando la Brigrada. Que no le robaron a cualquiera, era un policía.
  • Uh doña, ¿cómo sabe eso?
  • Me llamaron de la comisaría.

Mientras caminaba de regreso a su casa. La tia se cruzó con Tomi, quien le preguntó donde estaba su sobrino. Esta le explicó que recién venia de decirles a sus amigos que Lauti había caído preso.

– ¡Uh que mala leche! ¡Ahora me voy a tener que comer el Bondi solo!

                        Lauti estaba alojado en la comisaría junto con otros reclusos. Estaba totalmente incomunicado hasta que uno de sus compañeros de celda le prestó el celular para llamar al Botija.

-Hola Botija!

– Hola, si, ¿Quién sos? No te tengo.

– Boti soy yo, el Lauti, estoy cana boludo.

– Uh Lauti que gato que sos. Mal ahí.

– Si amigo, ni me digas, una calentura.

– Mal ahí amigo. Yo logré zafar pero me corrió la gorra hasta la villa.

– A mi me hicieron un re cerrojo, me encerraron con las camionetas.

– Uh si, había una banda de cobanis por todos lados.

– Escuchá Botija, no tengo mucho tiempo ¿Está el Tomy ahí? Pasame con él.

– Ahí te paso.

– Hola Lauti. Dice Tomy.

– Hola Guachin. Seguro te contaron que perdí. Escucha necesito pedirte un favor.

– Sí, decime Lauti.

– Ahora más que nunca necesito que estés conmigo. Cuídame el rancho amigo quédate ahí. Mi casa es tu casa enano.

– Si amigo, vos quedate tranquilo. Esta vuelta va por el Uriel.

– Escuchá guacho. No le des cabida al Juanchi. Estás solo. Aguantame hasta que salga. Le hacemos la verdadera más tarde.

– Yo te voy a ser sincero Lauti: donde lo cruzo lo vuelo. Mató al único amigo que tenía.

– Eh pero tenes que darte cuenta que estas solo. Lo que estan ahora con vos ni lo contes porque no te van a segundear en esa.

– Si ya se que estoy solo, si vos me dejaste re morir. Te fuiste a robar solo la moto y podíamos ir tranquilamente caminando.

– Ya fue no le pases cabida. Tarde temprano se van a regalar uno por uno.

– ¿Y ahora qué hago con todo esto? Tengo un re Bondi. Dice Tomi.

– Y bueno si lo queres hacer por tu propia cuenta, vos sabes bien donde vive. Mirá que te vas a comer una re boleta.

– La boleta no es nada. Yo quiero terminar con esto y no tener más problemas. Quiero volver a cómo estaba antes.

– y bueno amigo, las ranchadas de la esquina de los pibes es así. Tomi disculpa pero te corto porque tengo que devolver el celu. Cuidame el rancho guacho. Un abrazo.

– Olvídate de eso me ocupo. Abrazo Lauti.

                                   Eran las 8 de la noche. Tomi y el Botija estaban por comer una pizza en la vereda de la casa de Lauti. Tomi le expresó a Botija que había llegado el día. Que quería caerle a la banda de Juanchi y darle su merecido.

  • ¿Me segundias en esta? Dijo Tomi.
  • Pero mirá que ahora somos dos nomás.
  • Pero vamos a darle igual. El Uriel era nuestro compañero.
  • Si, pero vamos a tener un re Bondi. Bueno no importa, te acompaño guachin. Escuchá me voy a mi casa  a darme una ducha, rescato la mecha y te vengo a rescatar así les caemos a estos giles.

A las 12 llegó el Botija en su moto y Tomy se subió. De allí partieron para el pasillo en busqueda de Juanchi y sus colegas. Cuando llegaron merodearon por ahí pero no encontraban a nadie.

  • Ya fue enano hace 20 minutos que estamos dando vueltas. Acá no hay nadie. Vamos a dormir.
  • Bueno Botija si queres irte a dormir andá a dormir. Yo me quedo. Es hoy.
  • Uh vos estas re loco, mira que te dejo a pata guacho, me llevo la mecha.
  • Si vos anda que yo me arreglo. Al final tenías razón el Lauti.
  • ¿En qué tenía razón?
  • Na deja deja, cosas mias.

Eran las 3 de mañana y Tomy estaba dando solo vuelta por los pasillos hasta que en un momento ve que el Juanchi sale de su casa. Tomi lo siguió hasta el pasillo diagonal donde había más espacio y menos casas, hasta que en un momento lo intercepta de un grito.

  • Eh Juanchi.
  • Eh si ¿qué pasa guachin? ¿Quién sos?
  • ¿Sabes quien soy yo?
  • Si ¿vos no sos el maldito enano que para con el Lauti?
  • Si ¿cual fue?  Dice Tomi.
  • A ustedes le va a re caber.
  • Ah ¿si? Mira que para vos tengo un mensajito de alguien
  • ¿De quien?
  • De mi compañerito el Uriel.

Seguidamente Tomy sacó de su cintura una mini tunder y le efectúo a Juanchi cuatro disparos en el pecho. Este cayó instantáneamente al suelo. Tomi se acercó al cuerpo y dijo:

  • Juanchi esto va por mi compañerito y para que sepas que los guachines crecen.

Tomi se fue rápidamente a la causa de Lauti, cuando llegó, se acostó y se fue a dormir.

Al día siguiente, se levantó y estaba toda la banda de Lauti afuera comentando que habían voleteado al Juanchi pero que nadie sabía quién, ni cómo había sido. Al rato se acerca el Botija.

  • Enano tengo un llamado para vos. Es el Lauti.
  • Pasamelo.
  • Hola Tomy. Me enteré lo de Juanchi, ya sé que fuiste vos. No me mientas.
  • Sí amigo, sabes que fui yo. Te dije que lo iba a hacer y lo hice.
  • Y ahora vas a tener que caminar con cuidado guacho, con precaución. Porque te va a empezar a buscar la gorra y hay algo que no sabes: el juanchi tenía una banda de familiares que eran de la brigada. Además, todo el barrio sabe que el guacho la sopleteaba.
  • Ah mira, no sabia. Escucha Lauti, decile a tu mujer que venga a cuidar la casa. Yo me tomo el palo.
  • ¿y a donde te vas guachin?
  • Y no sé, me voy a otra villa. Si me quedo acá me dan vuelta o termino en cana. Y en cana a mí no me sigue nadie. Vos tenes al menos tu familia, pero yo estoy Lauti.
  • Tenes razón enano. Sabes que te aprecio y cuídate. Rescatate un celu así estamos comunicados.
  • Dale Lauti. Sabes que si. Me rajo antes que pinte la gorra. En estos dias te llamo.
  • Dale guacho, un abrazo.
  • Bueno pibe te llegó la libertad. Dijo el oficial de la quinta de Billingurts.
  • ¿En serio? Dijo Lauti
  • Si, recién llegó el oficio del juzgado. Agarrá tu mono y tomate el palo.
  • Bien ahí, gracias oficial.

Lauti no lo podía creer. Pensaba que le iba a hacer un par de años, pero lo sobreseyeron por falta de pruebas. Salió de la comisaría y se fue al locutorio más cercano para avisarle a su novia.

  • Hola amor. Me dieron la libertad. En un rato estoy en casa.
  • Ay que bueno Lauti!
  • Escuchame ¿Pudiste averiguarme algo sobre el Tomy? Pasaron tres meses de la última vez que hablé y no volví a saber nada de el.
  • No, mande a unos guachos a preguntar, pero nadie sabe donde anda ¿Habrá  caído en cana?
  • No sé gorda, si te digo te miento. La verdad es que estoy preocupado porque el guacho no es de borrar. Es re leal.
  • Voy a seguir averiguando amor. Dale venite a casa que te espero.

A las dos horas Lauti llegó a su casa. Estaba feliz de haber recuperado su libertad, pero no saber nada sobre Tomi lo ponía mal. Durante sus primeros días se encargó de preguntar a todos sus conocidos si sabían algo sobre él. Hasta que uno de los pibes de Villa Sarmiento le dijo:

– Lauti, sabes que lo vi por acá al guacho ese.

– ¿Dónde lo viste?

– Acá en Sarmiento, andaba en un CB Twister.

– ¿En serio me decis?

– Si, andaba a las chapas. Escuchame por qué no vas a lo del Gordo Lopez a preguntar.

– ¿Qué gordo López? ¿El tranza?

– Si el gordo habla con todo el barrio. Se conoce a todos. Andá, comprate un porrito y te enterás al toque. Si el gordo ese es re chusma.

El Lauti agarró la moto y se dirigió al pasillo donde vendía el Gordo Lopez. Llegó, no había nadie afuera. Hizo unos aplausos y el muchacho salió.

  • ¿Qué queres pibe?
  • Vengo a comprar uno rico.
  • ¿De donde sos?
  • De Liberta.
  • ¿Y que haces por acá?
  • Vengo a comprar un porrito.
  • ¿y quien te hizo la cabida?
  • El jefe, vos sabes quien es.
  • Ah si, esta todo bien con ese.
  • ¿Cuánto querés?
  • Y un porrito nomás.
  • ¿Nada más pibe?
  • Y de paso te vengo a hacer una preguntita amigo.
  • Decime pibe.
  • ¿No viste un guachin que andaba en una Twister?
  • ¿Uno chiquito que no es de acá? Andaba bardeando. Dice el gordo.
  • Si, si, ese mismo ¿No sabes dónde lo puedo encontrar?
  • No, hace como cinco días que no lo veo. Pero andaba bardeando ese pibito. La gorra lo andaba buscando. Re atrevido.
  • Bueno si lo veo, le digo al “Jefe” que te diga.
  • Si dale, gracias papá.
  • Chau pibe.

Lauti volvió para su casa. Estaba desesperado por encontrar su amigo y, con el paso del tiempo, perdía sus esperanzas. Estaba cansado y se acostó a dormir. De pronto, suena su celu. Era su novia.

-¿ Qué paso amor? ¿por qué me llamas a esta ahora?

– Hola Lauti. Amor no te pongas mal, pero me acaba de llamar mi tia. La que trabaja en capital.

– ¿La que es rati?

– Si, esa. Dice que mataron un pibito en Capital, en Devoto. Yo no sé si no es el Tomy.

– ¿Será el?

– No sé amor.

– Bueno si sabes algo avisame. Me voy a dormir.

– Chau mi vida.

Al otro día, Lauti se levantó, agarró el celu y teniían un monton de mensajes de whatsapp: “LAUTI PONE CRÓNICA”, “ ESTAS VIENDO A TELE COMPA?”, “LO SIENTO MUCHO AMIGO”, “APARECIO TOMI”. Lauti no entendía nada. Prendió la tele y empezó a buscar en las noticias. Puso canal crónica y de repenta habia una placa roja: “ULTIMA NOTICIA. MUERTE EN DEVOTO. DELINCUENTE MENOR ABATIDO POR LA FEDERAL”.

Lauti miraba, pero no confirmaban la identidad del fallecido. Hasta que empezó a  buscar por Internet y encontró una noticia que decía: “Persecución y muerte en Villa Devoto”. Hiz click y la noticia decia: “se trata de un menor de edad identificado como Tomas Ariel de catorce años de edad, oriundo de Barrio Libertador , Partido de San Martín”.

                        Lauti se desplomó al piso entre un océano de lágrimas. Era el último pibe de sus compañeros en el que confiaba. Agarró el porro que le dio el Gordo Lopez y se fue a la plaza a deshogar sus sentimientos. Esa noche no durmió pensaba en todo lo que había pasado en todo este último tiempo. Dos amigos muertos, una privación de libertad, una guerra con otro barrio y muchos amigos que se alejaron. Se sentó en un banco de la plaza y empezó a mirar las estrellas.

                        De pronto, se le acercó un pibito humilde de la calle que anaba con un carro y le preguntó por qué lloraba. Cuando lo vio, el niño le hizo acordar a su amigo el Tomi.

  • ¿Sabes por qué lloro guachin? ¿Queres saber la verdad? Lloro porque tuve una vida de mierda amigo. Perdí un montón de cosas  en esta vida y ya no da para más. ¿Te digo algo amiguito? Yo conocí a un guacho de la calle como vos y lo llevé por mal camino. Podía ser mi hermanito pero ahora está allá arriba junto a otro pibito que andaba con el. Y sabes qué. Yo lo llevé por esa, porque el guacho no robaba, era laburante. Le mostré un mundo de hipocresía que el pibito compró. Y cómo no iba a comprar si era una guachin que nunca tuvo nada. La necesitaba. Pero el gil fui yo que lo llevé para el lado de la ranchada y el pibito no era para eso. Mirá ahora, soy un guacho grande, estoy solo, los que están a mi lado es por interés, mi viejita me dejó. Bah, yo dejé sola a mi viejita por el mambo de la calle. ¿Sabes que guachin? Una vez que pisas la calle es muy difícil volver atrás, por eso nunca te dejes llevar por nadie guachin. Hace la tuya de legal que a la larga trae mejores resultados, no te vayas por el camino corto. Guacho escucha bien este consejo: la plata no hace a la felicidad. Yo hoy tengo un par de billetes guardados, pero no soy feliz. Mi vida es una mierda. Ojala pudiera volver el tiempo atrás para empezar de nuevo. Yo me reía de los laburantes como vos, pensaba que eran giles y hoy me doy cuenta que esos giles laburantes hoy se rien de mí. Hacele caso a tu conciencia amigo, que esa nunca traiciona.

El pibe lo miró sorprendido y le dijo:

-Gracias por los consejos amigo. Ojala que tu vida mejore.

– Gracias guachin. Espera ¿puedo preguntarte algo?

– Si decime.

– ¿Te molesta si te doy un abrazo?

– No amigo, sabes cuánto hace que nadie me da un abrazo.

FIN

Por Agustín M.

Deja un comentario

Crea un blog o un sitio web gratuitos con WordPress.com.

Subir ↑

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar